Sindrome de indefensión aprendida

Ejemplo de indefensión aprendida

La indefensión aprendida es un patrón de comportamiento que implica una respuesta desadaptativa caracterizada por la evitación de los retos, el afecto negativo y el colapso de las estrategias de resolución de problemas cuando surgen obstáculos. Para que la indefensión aprendida esté presente son necesarios tres componentes: la contingencia, la cognición y el comportamiento.

La contingencia es la idea de que existe una relación identificable entre las acciones de uno y la respuesta del entorno, como por ejemplo golpear un tambor y el sonido resultante. En la investigación sobre la indefensión aprendida, la contingencia se operativiza más a menudo como su contrario, la incontrolabilidad, de modo que cuando un agente actúa, no hay una relación identificable con una respuesta específica. Las cogniciones también son necesarias. Se consideran como la forma de entender y explicar la contingencia o la falta de ella. La forma en que los individuos explican las contingencias ambientales conduce al tercer componente de la indefensión aprendida: el comportamiento. Así, la indefensión aprendida existe en una situación en la que no hay una contingencia observable y en la que uno espera que esta incontrolabilidad continúe y se comporta en consecuencia, como por ejemplo dejando de trabajar.

Indefensión aprendida

La indefensión aprendida es lo que los investigadores de ciencias sociales llaman cuando una persona es incapaz de encontrar soluciones a situaciones difíciles, incluso cuando la solución es accesible. Las personas que luchan contra la indefensión aprendida tienden a quejarse mucho, sintiéndose abrumadas e incapaces de marcar una diferencia positiva en sus circunstancias.

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En 1967, Martin Seligman y su socio, Steven Maier, estaban investigando el comportamiento animal cuando descubrieron accidentalmente la teoría de la indefensión aprendida. Descubrieron que los perros que habían sido expuestos a una serie de descargas ineludibles dejaban de intentar escapar de las descargas eléctricas por completo.

Cuando Seligman y Maier probaron este experimento con seres humanos (sustituyendo las descargas por ruidos fuertes), descubrieron que las personas tenían una reacción similar. Los que no pudieron controlar el ruido en el primer experimento ni siquiera se molestaron en intentar controlarlo en los ensayos posteriores, a pesar de que el estímulo aversivo era ahora escapable.

Esta investigación condujo a una nueva comprensión del trauma. Las personas que experimentan repetidos abusos y otras situaciones aversivas acaban aprendiendo a sentirse indefensas si nada de lo que hacen lo cambia. Es como si interiorizaran que, dado que nada funcionó en esa situación, nada funcionará tampoco en situaciones similares. El trauma empieza a erosionar otros dos aspectos críticos del bienestar mental: la autoeficacia y el locus de control interno.

Tratamiento de la indefensión aprendida

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Cuando ocurren cosas malas, nos gusta creer que haríamos todo lo necesario para cambiar la situación. Las investigaciones sobre lo que se conoce como indefensión aprendida han demostrado que cuando las personas sienten que no tienen ningún control sobre lo que ocurre, tienden a rendirse y aceptar su destino.

La indefensión aprendida se produce cuando un animal es sometido repetidamente a un estímulo aversivo del que no puede escapar. Con el tiempo, el animal dejará de intentar evitar el estímulo y se comportará como si fuera totalmente impotente para cambiar la situación. Incluso cuando se presentan oportunidades de escapar, esta impotencia aprendida impedirá cualquier acción.

Wikipedia

El derrotismo es la aceptación de la derrota sin lucha, a menudo con connotaciones negativas. Puede relacionarse con el pesimismo en psicología, y a veces puede utilizarse como sinónimo de fatalismo o determinismo[1].

El término derrotismo se utiliza habitualmente en política como descriptor de una postura ideológica que considera la cooperación con el partido de la oposición. En el contexto militar, en tiempos de guerra, y especialmente en el frente, el derrotismo es sinónimo de traición.

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De acuerdo con la legislación militar, un soldado puede ser acusado de derrotista si se niega a luchar expresando dudas sobre la validez ideológica de la política nacional; así, preguntas existenciales como «¿Está la guerra ya perdida?» y «¿Merece la pena luchar?» son derrotismo que connotan la defensa de un final de guerra alternativo a la victoria militar.

El derrotismo se convirtió en una palabra de moda en Alemania tras su capitulación en 1918, sobre todo entre el Partido Nazi liderado por Adolf Hitler, que habitualmente achacaba esta pérdida a una «mentalidad derrotista»[2] Tras hacerse con el poder, su obsesión por denunciar a sus oponentes por «derrotismo» se agudizó con el paso del tiempo y fue ampliamente conocida.